miércoles, 19 de diciembre de 2007

LA TRADICIÓN DE LOS VÍTORES SALMANTINOS

Vítor próximo a la fachada de la Universidad de Salamanca

Finalizar una carrera universitaria es algo que, sin duda, nos hace sentirnos vencedores, en la acepción de ‘salir con el intento deseado en contienda física o moral, disputa o pleito’ y, específicamente, en la contienda de los libros. Extasiados por el triunfo, de buena gana subiríamos a una escalera y, allá, sobre el muro más alto, dejaríamos constancia de nuestra victoria. Hecho esto, ¿cómo podríamos imaginar que tales signos pudieran adquirir, con el devenir del tiempo, valor histórico? ¿Cómo prever que nuestra caligrafía pudiera ser imitada por la Universidad en su imagen corporativa? ¿Cómo soñar con la visita de turistas, atraídos por una tradición peculiar y simbólica?

Quizá estas preguntas se harían los estudiantes de la época clásica de la Universidad de Salamanca, de encontrarse hoy entre nosotros; aquellos que, por vez primera, inscribieron sobre las paredes de los edificios universitarios las letras V-í-t-o-r o V-í-c-t-o-r (del latín victor, vencedor) y que, probablemente sin pensarlo, ya han pasado a la historia. En aquellos tiempos, la culminación de los estudios significaba la obtención del título de doctor y era esto lo que celebraban en sus inscripciones, coloreadas de rojo por la mezcla de sangre de toro, almagre y barniz.

Por todo ello, se conoce como “vítor” a los emblemas escritos sobre la pared; asimismo, la tipografía utilizada por la Universidad de Salamanca es denominada "Vítor" y está inspirada en los que cubren las fachadas.

El término vítor es también una interjección “para aplaudir a una persona o acción”. En la actualidad, al terminar el acto de Investidura de Nuevos Doctores, al grito del rector de “¡Universitas Studii Salmantini!” (Universidad del Estudio Salmantino), éstos exclaman: ¡Vítor!

Así pues, nos hallamos ante una tradición emblemática, aunque no exclusiva de dicha universidad (espero aportaciones de quienes hayan encontrado vítores en otras ciudades) y que todavía sigue vigente: se puede inscribir el vítor, previo permiso del decano y de manos de un pintor.
En un principio, parece de agradecer que las tradiciones pervivan, en un planeta globalizado que consigue eliminar de la faz de la tierra infinidad de vestigios del pasado, sustituidos por la implacable “modernidad”. Sin embargo, al cabo caemos en la cuenta de que es fruto de la misma globalización el hecho de que se simplifiquen las costumbres; se reduzcan (cuánta gente admirará a diario los vítores sin saber más de dos cosas sobre ellos); se haga negocio de ellas; se conviertan en “visitables" para atraer al turismo y, en definitiva, se les robe su primigenio significado, incluso su encanto. Son las contradicciones del momento que nos ha tocado vivir. Pero, sobre estos temas, seguiremos reflexionando...

1 comentario:

Teresa dijo...

Es bonita la historia que tienen detrás los vítores de Salamanca; gracias por explicarla.
En cuanto a lo de "se puede inscribir el vítor, previo permiso del decano y de manos de un pintor", ¿sabéis si el ayuntamiento regula los rótulos de los comercios del centro que se pintan de la misma manera?.
Tengo algunas dudas al respecto de si los rótulos comerciales de este tipo le quitan relevancia a los vítores o si de verdad contribuyen a particularizar la imagen de la ciudad.