Os diré algo, frikis del manga: todos los shonen son más o menos iguales, y repiten con insistencia tramas, caracteres y tópicos[1]. Así que la pregunta es: ¿para qué ver más de uno – a la vez, quiero decir-? ¡Incluso hay shonens que, en cuanto se alargan, no cesan de repetirse a sí mismos! Dragon Ball –el elegido, el legendario- acabó, en palabras de Toriyama, “porque ya no era capaz de hacer avanzar la serie, ya no podía seguir sin acabar aburriendo a los seguidores”.
Y es que, al final, todas estas creaciones caen presas por la misma –y conservadora- fórmula que les permite construir de la nada una base de seguidores. El método funciona, funciona desde el principio, pero en determinado momento se agota. Luego quedan las vueltas de tuerca correspondientes (o un personaje nuevo ultrapoderoso del que no se sabía nada hasta entonces, o el nuevo y renovado villano, o la versión oscura de algún héroe) y, acabado también esto, se acabó. La historia saltó el tiburón (je,je) y la evidencia de refrito que deja cualquier desarrollo ulterior convierte el futuro de la serie en una carrera singular: una carrera por ver quién se hartará antes, el creador o el seguidor.
Porque giros de guión y riesgos argumentales en shonen de éxito, los justos. Todo queda en aplicar la fórmula y darle a los fans lo que quieren (que en mi época era sexo, Gokuh y violencia). Los fans no digieren bien las novedades o los cambios radicales: es más, les gusta lo previsible. Les gusta acertar en sus predicciones.
Así que la pescadilla se muerde la cola. Seguimos con el ejemplo de Dragon Ball: en determinado momento de la serie, cuando muere Gokuh (por primera vez, quiero decir),
Toriyama tenía pensado darle el protagonismo principal a su hijo, Gohan, y así darle frescura a los guiones con otra clase de historias. Pero los seguidores no quisieron; Gokuh tenía que volver (y volvió, claro). De acuerdo que Gohan, como personaje, no era la fiesta precisamente, pero mucho me temo que hubiera fracasado cualquier sustituto. Principalmente porque los lectores o televidentes de Dragon Ball no querían un sustituto para su héroe.
¿Son los seguidores unos tipos costumbristas y convencionales, declarados adeptos a la rutina? Bueno, antes vendría otra pregunta, pensándolo bien. ¿Están los mangakas condicionados hasta el punto expuesto por los resultados económicos y de popularidad de sus obras? Sí, desde luego. Y ahora, ¿por qué los seguidores quieren más de lo mismo, una y otra vez?
¡Porque son adolescentes! Quieren devorar la comida que les gusta hasta aborrecerla, emborracharse hasta vomitar, etc. Ser adolescente consiste en agotar las experiencias: comprensión por repetición. Por eso tanta copia, reflejo y sensación de deja vú en el shonen manga: comprensión por repetición. Por eso, también, hay que ver un solo shonen (el mejor). O dos si, en fin, es tu perversión.
Y es que, al final, todas estas creaciones caen presas por la misma –y conservadora- fórmula que les permite construir de la nada una base de seguidores. El método funciona, funciona desde el principio, pero en determinado momento se agota. Luego quedan las vueltas de tuerca correspondientes (o un personaje nuevo ultrapoderoso del que no se sabía nada hasta entonces, o el nuevo y renovado villano, o la versión oscura de algún héroe) y, acabado también esto, se acabó. La historia saltó el tiburón (je,je) y la evidencia de refrito que deja cualquier desarrollo ulterior convierte el futuro de la serie en una carrera singular: una carrera por ver quién se hartará antes, el creador o el seguidor.
Porque giros de guión y riesgos argumentales en shonen de éxito, los justos. Todo queda en aplicar la fórmula y darle a los fans lo que quieren (que en mi época era sexo, Gokuh y violencia). Los fans no digieren bien las novedades o los cambios radicales: es más, les gusta lo previsible. Les gusta acertar en sus predicciones.
Así que la pescadilla se muerde la cola. Seguimos con el ejemplo de Dragon Ball: en determinado momento de la serie, cuando muere Gokuh (por primera vez, quiero decir),
Toriyama tenía pensado darle el protagonismo principal a su hijo, Gohan, y así darle frescura a los guiones con otra clase de historias. Pero los seguidores no quisieron; Gokuh tenía que volver (y volvió, claro). De acuerdo que Gohan, como personaje, no era la fiesta precisamente, pero mucho me temo que hubiera fracasado cualquier sustituto. Principalmente porque los lectores o televidentes de Dragon Ball no querían un sustituto para su héroe.
¿Son los seguidores unos tipos costumbristas y convencionales, declarados adeptos a la rutina? Bueno, antes vendría otra pregunta, pensándolo bien. ¿Están los mangakas condicionados hasta el punto expuesto por los resultados económicos y de popularidad de sus obras? Sí, desde luego. Y ahora, ¿por qué los seguidores quieren más de lo mismo, una y otra vez?
¡Porque son adolescentes! Quieren devorar la comida que les gusta hasta aborrecerla, emborracharse hasta vomitar, etc. Ser adolescente consiste en agotar las experiencias: comprensión por repetición. Por eso tanta copia, reflejo y sensación de deja vú en el shonen manga: comprensión por repetición. Por eso, también, hay que ver un solo shonen (el mejor). O dos si, en fin, es tu perversión.
[1] Si aparece alguien que opine lo contrario escribiré ese artículo: “todos los shonen son iguales”. Es algo evidente cuya exposición me parecía lógico ahorrarse, pero si hay alguien que piense distinto, que por favor lo haga saber.
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